Por Fernando Álvarez
Por alguna razón equívoca de la historia lo políticamente correcto hoy es simpatizar con la izquierda. Como durante años las posturas democráticas y sociales se asociaron a los partidos o líderes de izquierda, en el imaginario de la mayoría había que terminar simpatizando o empatizando con quienes se ubicaran en ese polo ideológico. Ser de derecha se volvió vergonzoso porque estas posturas se identificaban con atraso, con conservadurismo y con gobernantes autoritarios como las dictaduras de Franco en España, Mussolinni en Italia o Hitler en Alemania. Intelectual que se respetara terminaba deslindándose de estas perspectivas que se ubicaban en la derecha retardataria y hasta fascista. Ser de derecha en década de los sesentas era estar de acuerdo con posiciones retrogradas que defendían lo que para ese momento se volvía anacrónico, la familia, la tradición y la propiedad privada. Ser de derecha era ser católico y ser de izquierda era ser ateo. Querer un mundo mejor era una ilusión izquierdista. Querer mantener el statu quo era ser de derecha.
Prácticamente casi desde la revolución francesa se aceptó que la izquierda era la preocupada por las causas sociales, por el bienestar de los pobres y porque el gobierno fuera popular. Ser progresista era pensar en gobiernos comunistas, doctrinas igualitaristas y regímenes obreros. Pero cuando la izquierda en el poder devino en socialimperialismo (socialismo de palabra, imperialismo de hecho) como el de la entonces Unión Soviética, con aspiraciones hegemónicas, con prácticas expansionistas y con decisiones de invadir países como ocurrió con los tanques rusos en Checoeslovaquia, la izquierda mostró que no era diferente a la derecha, a la que se le reprochaban invasiones como la gringa a Puerto Rico o los apoyos a regímenes totalitarios y déspotas como el de Pinochet en Chile o Somoza en Nicaragua. Pero la izquierda cínica se daba el lujo de apoyar regímenes totalitarios como los de los países de la cortina de hierro como el de Ceaucescu en Rumania y el de Fidel Castro en Cuba. Esa izquierda que sin vergüenza apoyaba a Hugo Chávez y ahora a Maduro en Venezuela o a Ortega en Nicaragua.
Por esa razón en Europa se inventaron primero el Eurocomunismo, que pretendía hacer toldas aparte de la Unión Soviética, y luego la Socialdemocracia que era una especie de izquierda democrática que no comulgaba con las prácticas imperialistas de los rusos ni con las dictaduras del proletariado del bloque soviético. Una izquierda democrática que buscaba atender ciertas demandas sociales sin renunciar a la democracia. Una perspectiva que iniciaron los países nórdicos para evitar que el comunismo enarbolara las banderas de la equidad y la participación democrática. Izquierda democrática que ha gobernado en varios países europeos con visiones capitalistas y con preocupaciones socialistas. Lejos de las perspectivas comunistas y más bien cercanas a las posturas en defensa del capital y la propiedad privada, combinadas con medidas tendientes al bienestar social. Una izquierda o centro izquierda que no intenta perpetuarse en el poder y que ha alternado con la Democracia Cristiana, que se asocia a la derecha, con la cual han logrado mantener un equilibrio en la Europa occidental.
Esa izquierda democrática que parecían interpretar en Colombia personas como Antanas Mockus y en la que se podría ubicar a Sergio Fajardo. Que hace 4 años pudo haber llegado al poder pero que la zancadilla de la extrema izquierda de Gustavo Petro le cerró el camino porque se le atravesó y lo sacó del juego para terminar perdiendo con el centro derecha de Iván Duque. Porque Colombia es de centro y si se quiere es más de centro derecha que de centro izquierda. Ese centro izquierda hubiera jugado un papel importante en la medida en que el Petrismo decidió urdir el odio de clases y polarizar contra la derecha. Una izquierda democrática que se quedó sin líderes porque la pandemia se volvió un árbol que la asustó y le impidió ver el bosque democrático. Razón por la que hoy destacados demócratas que temían a Petro, izquierdistas que defenestraban del candidato de la Colombia Humana y centristas que dudaban de su populismo hoy corren a cobijarse bajo su efigie porque temen quedar borrados de la foto. Hoy la izquierda democrática en un acto suicida se ha aliado a la perspectiva incierta y confusa del Socialismo del SigloXXI de Petro para no ser tildados de ser de derecha.
Y esta vez a Fajardo le faltó comprender el momento. Se equivocó intentando competir por los votos de la izquierda cuando debió competir por los del centro. Se dejó marcar la agenda por Petro, quien desde un principio decidió combatir el gobierno de centro derecha de Duque y montó una trinchera radical que lo ha llevado a puntear hasta hoy en las encuestas. Fajardo se inclinó por hacer antiuribismo para ganarse el favor de la izquierda, la cual cada vez más terminó controlada por la extrema izquierda, y abandonó el centro por no parecer de derecha. El complejo de derecha de Fajardo lo dejó en el peor de los mundos, los uribistas y la derecha lo ven como un izquierdista y los izquierdistas lo ven como un derechista vergonzante. Fajardo quedó como un tibio ante el radicalismo verbal de Petro porque no inventó un mensaje de centro izquierda que sedujera al centro. Un mensaje de izquierda que lo diferenciara de la extrema izquierda, o un mensaje de centro que mostrara la fuerza de la razón que por defecto le dejó el espacio a la razón de la fuerza.
El complejo de derecha ha marcado esta contienda. Lo ha sufrido hasta el uribismo que le hizo el cajón a María Fernanda Cabal precisamente porque ella es la única que no es vergonzante de derecha, porque ella sí entendió el momento y comprendió que hoy la disyuntiva es socialismo o democracia. Fajardo quedó tibio en esa disyuntiva y creyó equivocadamente que las buenas maneras eran la postura del momento. Pero el mordisco que le pegó Rodolfo Hernández a ese sector inconforme demuestra exactamente lo contrario. Fajardo debió hacer antipetrismo desde el día uno. Una postura de centro que de desmarcara de la izquierda radical y de la izquierda armada pero enérgica, le hubiera permitido pegarle al tablero. Un discurso democrático contundente contra las dictaduras de Maduro y Ortega y la alineación de Petro con estos regímenes lo hubiera dignificado en la izquierda democrática y en el centro, incluso le hubiera generado respeto en el centro derecha, que la verdad sea dicha no tenía candidato para esta competencia. Un discurso de izquierda democrática que hubiera exigido a las FARC el cumplimiento de los acuerdos de la Habana le habría abierto las puertas en el centro.
A Fajardo le asustó que los petristas lo acusaban de uribista y cayó en la trampa de hacer antiduquismo, lo cual no le salió bien porque ese segmento lo tenía gratis Petro. Allí no tenía nada que conquistar. Fajardo se resbaló en la cáscara que le pusieron los órganos de control por el caso de Hidroituango y se desahogó contra le gobierno de Duque, cuando tenía que mostrar talante y verraquera. Le faltó aprenderle a Petro cuando el entonces procurador Alejandro Ordoñez se ensañó en su contra, con lo cual lo victimizó y lo catapultó. Ya es tarde pero el tema no era solo la polarización que desde luego al que no está en los polos o le permite emerger como solución o le aplica el efecto licuadora. Una postura de centro se vuelve atractiva si combate férreamente a los extremos, pero si los combate a media se la tragan. Y si solo combate a una fortalece a la otra y eso fue lo que terminó haciendo Fajardo, creciendo a Petro. Fajardo no entendió lo que una vez respondió Antanas Mockus cuando le preguntaron si era de izquierda, “yo no sé, pero en Colombia a veces las cosas ocurren como el tráfico bogotano, que funciona mejor por la derecha”, dijo.
El complejo de derecha ha afectado hasta a la izquierda democrática. Tanto que hoy se puede haber hecho el Hara Kiri porque teniendo un candidato como Sergio Fajardo que hubiera ampliado su espectro en el centro, decidió jugarle al todo o nada con Gustavo Petro. Y si vuelve a ocurrir lo que ocurrió hace cuatro años y gana Federico Gutiérrez por el centro derecha y derecha, la izquierda y el centro izquierda se habrán clavado la daga en su abdomen. Y no tiene nada de raro que eso ocurra porque en Colombia la gente sufre de complejo de derecha en público, por eso puede contestar encuestas desde la óptica de lo políticamente correcto, pero en privado, ya a boca de urna los colombianos son mas de derecha y le temen a la izquierda, al comunismo y al socialismo. Entonces los demócratas de izquierda se arrepentirán toda la vida de haberse jugado su carta más extrema.